Another World

jueves, 1 de marzo de 2012

Capítulo 77

No. Espera. No. Buf. Esto de tomarme tantos cafés, levantarme a horas sueltas y ser sonámbula me sienta bastante mal.
El tejido muscular esta formado por las fibras musculares... los cuáles constan de Tejido muscular liso, tejido muscular, tejido estriado y tejido muscular cardíaco...- me tiré sobre la mesa de escritorio, y yo creo que incluso me dormí. Me faltaban las horas de sueño. Soñaba con moléculas y partículas en vez de contar ovejitas para tratar de conciliar el sueño.
- Los niveles de organización son los grados de complejidad en los que se organiza una materia...- Joder Sonia, que te lo sabes, deja ya de pensar en Biología.. - pensé. Encima, me contradecía de todo lo que hacía. ¿Soy normal? no, no lo soy.
Estoy tan lejos, y tan cerca de todo... Estoy tan lejos de ellos y tan cerca de sacar un suspenso y mandarlo todo a la mierda.. Pero creo que la segunda opción es demasiado fácil, y cómo a mí me gustan los retos, lucharé por ello.
Las nueve, diez, once, doce, doce y media de la mañana y no conseguía que me entrará nada en la cabeza. Genial, tengo mañana un exámen global de seis temas y todavía voy por principios del quinto, y no me entra nada en la cabeza, joder.
Tal vez deba salir un poco, y respirar el aire fresco, pero ¿con quién? ese es el quiz de la cuestión, la clave de todo. Que ya sé que estoy sola, no hace falta que cada cosa me lo vaya recordando cada vez más.
Hacía tiempo que no mantenía contacto con Teresa, se marchó a otro instituto a estudiar lo que sería la rama de medicina y desde entonces no he vuelto a hablar con ella y eso también lo estaba echando de menos. Tenía los ánimos un poco por los suelos. ¿Qué podía hacer?
No sé como lo hice, pero acabe saliendo. El móvil seguía disperso por alguna dirección , al igual que yo caminaba ahora sin rumbo. Las palomas me cedían el paso por la grande plaza, por la Plaza del Pilar, incluso las palomas me odiaban.
Recorría metros y metros cómo si de una turista me tratase y admirara muchísimo la ciudad, pero después de llevar toda mi vida aquí, no le veía nada nuevo. El calor me zarandeaba de un lado a otro, entonces decidí ir a una fuente a refrescarme. Bebí un poco de agua y me adentré en una de las callejuelas, desde la cuál fui a un sitio totalmente desierto, vacío, tranquilo, apaciguador.. definitivamente, en este lugar iba a pasar muchas horas de pensamientos reunidos con los sentimientos.
Precipité mi cuerpo sobre la hierba y me apoyé sobre mis rodillas. Iba perdiendo el equilibrio, y podía sentir la sensación de desmoronarme con cada movimiento. Opté por levantarme y volvieron a surgir unos mareos, y me apoyé en el primer árbol al que pude agarrarme, a pesar de que no parecía demasiado estable. Cuándo intentaba moverme, perdía el control, y encima tenía así cómo muchas nauseas de repente.
Resbalé mi espalda por el tronco, arañandola levemente. Me llevé la mano a la frente y no estaba ardiendo.
- Entonces, no tengo fiebre.. sería ya lo que me faltaba. - pensé.
Será un virus de los que corren... - terminé afirmándome a mi misma, sí, lo mejor era que me diese la razón.
Pasaron varios minutos, sobre unos diez o quince, ya me encontraba mejor, aunque todavía tenía esas ganas de vómitar, sin saber porqué.
Dí un adiós a aquel medio bosque, medio pradera, y volví al que habría sido mi punto de partida. Estaba de nuevo en la plaza, en el centro de la ciudad.
Era cómo la hora de comer, y me iba ya hacía casa, ya había desconectado durante bastante tiempo, o al menos lo había intentado, no todo podía ser tan fácil.
Iba ya en dirección cuesta abajo, hacía mi calle, abandonaba la plaza cuándo un niño de unos tres años chocó conmigo y se pusó a llorar. Iba corriendo y yo que iba a mi royo precipité con él, bueno, más bien fue al revés, no importa.
- Perdona, perdona. - ¿Cómo se actúa? - ¿Estás bien? ¿Dónde te has hecho daño? lo siento.. - lo cogí y ví cómo una mujer andaba gritando el nombre de un chiquillo, que supuse que era el que tenía entre mis brazos.
- Me he hecho pupita aquí. - decía señalando su rodilla derecha.
- Cura sana, cura sana, si no se cura hoy, se te curará mañana. - sonreí.
Iba rumbo a dónde veía a la mujer, que iba pregonando un nombre, "Carlos, Carlos".
Yo iba tan feliz, ya la tenía muy cerca, iba a preguntarle si era este su hijo al que estaba buscando, entonces me fijé en su cabello rizado y sus ojos claros y pensé:
- Ya comprendo porque me esta pasando todo esto, y ahora es una realidad. Destino, gracias por guiarme hacía mi camino.

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